"El maestro deja una huella para la eternidad, nadie puede decir cuando se detiene su influencia." (Henry Adams)
Un saludo muy cariñoso para todos aquellos que participan de este blog haciendo cualquier aportación al mismo, o simplemente visitándolo, que además veo que son muchos. Verdaderamente no es para menos, pues la ocasión así lo requiere, esto y mucho más, aunque lo primero es lo primero, presentarse. Mi nombre es Juan Galiano, soy un antiguo alumno de F.P. Administrativa de Jódar, la cual cursé en el Instituto “Narciso Mesa Fernández”, y tengo el orgullo de poder decir que Diego Hurtado López fue uno de mis profesores durante ese periodo.
Uno siempre recuerda con nostalgia los mejores años de su vida, y el tiempo que yo pasé en el “Narciso Mesa” forma parte de esta etapa de la mía. Conocí a muchas y diferentes personas, entablé muchas amistades y aprendí una profesión, pero eso no es lo más importante que me ocurrió allí, lo más importante fue educarme en valores como el esfuerzo, la exigencia, la constancia y otros tantos, y a ello contribuyó en gran medida nuestro amigo y profesor Diego Hurtado.
Cuando hablo de Diego Hurtado, siempre me viene a la cabeza la historia de la abuela y de las semillas. Una historia que Diego conoce muy bien y que merece ser contada aquí, supongo que muchos de vosotros la conocéis.
“Había una vez un hombre que subía cada día al autobús para ir al trabajo. Una parada después, una abuela subía al autobús y se sentaba a lado de la ventana. La abuela abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana. Siempre hacia lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó qué era lo que tiraba por la ventana.
¡Son semillas! – le dijo la abuela.
¿Semillas? ¿Semillas de qué?
- De flores… es que miro afuera y está todo tan vacío…Me gustaría viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito? - Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros… ¿Cree que sus semillas germinará al lado del camino?
- Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan, alguna acabará en la cuneta y, con el tiempo, brotará.
- Pero…tardarán en crecer, necesitan agua… - Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!
La abuela siguió con su trabajo…Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la había perdido un poco la cabeza. Unos meses después, yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vio todo el camino lleno de flores...Se acordó de la abuela, pero hacía días que no la había visto. Preguntó al conductor:
- ¿La abuela de las semillas?
- Pues, ya hace un mes que murió.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje. ”Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha servido su trabajo? No ha podido ver su obra”. De repente, oyó la risa de un niño pequeño. Una niña señalaba entusiasmada las flores…
- ¡Mira, papá! ¡Mira cuántas flores!
La abuela había hecho su trabajo y había dejado su herencia para todos los que al ver las flores, pudieran ser más felices al contemplarlas. Desde aquel día, nuestro protagonista hace el viaje al trabajo llevando siempre una bolsa de semillas”.
Esto es lo que Diego Hurtado ha hecho durante toda su vida con todos nosotros, sembrar semillas. Aún siendo un profesor exigente, recto, severo si se quiere, no deja de ser un hombre sencillo, trabajador, amigo de sus amigos y sobre todo entregado a su vocación, que es la de enseñar y educar. Por todo esto se merece el homenaje de todos nosotros. Porque hay que recordar que un profesor es el que te enseña pero un maestro es del que aprendes, así es Diego Hurtado.
Va por ti, maestro. (JUAN GALIANO JIMÉNEZ).